En términos muy sencillos, se podría decir que la resiliencia es la capacidad de afrontar la adversidad. Este concepto de la resiliencia recibió mucha atención en los años noventa. En una descripción más amplia la psicóloga Edith Henderson Grotberg la describió como “la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y ser transformado positivamente por ellas”.
Grotberg también planteó el modelo de las verbalizaciones que lleva su nombre y se basa en 4 expresiones resilientes: “yo soy”, “yo tengo”, “yo puedo”, “yo estoy”. Aunque si de definiciones se trata, el neuropsiquiatra Boris Cyrulnik nos dice con una mayor profundidad y alcance que la resiliencia es iniciar un nuevo desarrollo después de un trauma. Nos invita a superar el sufrimiento en lugar de permanecer en él.
Ante la contingencia de salud que estamos atravesando, se le ha dado nuevamente gran relevancia a la resiliencia. Se habla del profesional resiliente que está obligado a reinventarse desarrollando nuevas destrezas y a buscar otras oportunidades asumiendo que todo lo que está sucediendo es nuevo pues nadie se imaginaba llegar a vivir esta situación.
Se establece “la necesidad de acelerar la transformación digital, en todos los ámbitos de nuestras vidas y también a nivel de nuestros Estados” ya que el coronavirus pone a prueba la capacidad digital de la sociedad, la economía y los gobiernos calificando esta crisis como una “auditoria global” de nuestra resiliencia digital.
Madeleine Albright, secretaria de Estado de Estados Unidos de 1997 a 2001 afirma que los seres humanos somos una especie resiliente. Y también que “podemos inspirarnos en quienes han superado grandes obstáculos con anterioridad y prometer que la nueva normalidad que pretendemos engendrar será mejor, más justa y más segura que la anterior”.
Afrontar la adversidad y superarla para transformarnos trae consigo obligadamente que actuemos, que ejerzamos una actitud activa. Dejar de mirar al cielo y suplicar que todo marche bien, cruzando los dedos para que nuestro empleo, nuestra salud o nuestro negocio no sean afectados por esta pandemia. Simplemente esta actitud activa no debería permitirnos quedar petrificados ante las circunstancias.
No se trata de resistir heroicamente los embates de la crisis. Resistir nos hace pensar en fortaleza y entereza pero también en oposición y obstinación. Resistir es pasividad, tal vez muy intensa pero pasividad al fin. Y hoy lo que los negocios necesitan es una enorme dosis de actividad pero bien enfocada en un objetivo concreto. ¿Cuál objetivo? Ese lo tienes que definir por ti mismo(a). No se trata de hacer por hacer sino de hacer con un fin en mente.
¿Estamos en crisis? Nuevamente Boris Cyrulnik nos brinda un poco de luz afirmando que “la carencia invita a la creatividad”. Cuando creemos que algo nos falta, ponemos mayor empeño en conseguirlo para acabar con esa carencia. ¿Qué le hace falta a tu negocio? Si lo reduces a que le faltan clientes o ventas es porque no estás viendo el panorama completo.
Probablemente ya tenías bajas ventas y la crisis vino a evidenciarlo con mayor intensidad. Como se dijera Shakespeare en su obra Enrique IV: “no mates al mensajero”. El COVID-19 es el mensajero que llegó para decirnos que algo estamos haciendo mal. En tiempos de cuarentena leer un libro o mirar series son una buena opción, pero también podemos dedicar tiempo a corregir lo que hacemos mal en nuestro negocio ¿verdad?.
En Spechi somos resilientes, y más cuando se trata de tu negocio. ¿Qué te parece si trabajamos juntos para encontrar nuevos caminos?