Hace algún tiempo mencionamos el libro “Lo pequeño es hermoso” equiparando parte de su propuesta con el tema de la planeación ya que ésta debe ser pequeña, modesta, conservadora y hermosa. Nuevamente traemos a colación el enfoque de su autor quien promueve una tecnología accesible para todos. Ahora dirigimos nuestra atención en lo que se denomina tecnología adecuada (TA).
En términos generales, la tecnología adecuada es aquella que se utiliza en países en vías de desarrollo o en zonas rurales subdesarrolladas de los países industrializados. Surge de la propia comunidad y normalmente demanda menos recursos, es más fácil de mantener, representa un menor costo y también un menor impacto para el medio ambiente si se compara con otras tecnologías utilizadas en países altamente desarrollados.
Este es uno de los argumentos que explicaría por qué los países más avanzados tecnológicamente no pueden simple y llanamente instalar sus desarrollos tecnológicos en países menos avanzados para resolver sus problemas. No lo hacen —instalar su alta tecnología— porque los países pobres no cuentan con suficientes recursos financieros ni materiales así como gente calificada para echar a andar dicha tecnología y mantenerla funcionando así que desarrollan o “tropicalizan” su propia “tecnología adecuada”.
Ocurre algo muy similar en muchas empresas, particularmente en las pequeñas y que forman parte de economías emergentes como la nuestra. Nace la empresa con recursos limitados que le impiden adquirir tecnología avanzada por lo que optan por crear una tecnología a su alcance. Se instala maquinaria hechiza o reconstruida que trabaje lo suficientemente bien para cubrir las necesidades de la demanda aunque no sea de una calidad excelente.
Se contrata personal poco calificado que al menos resuelva los contratiempos cotidianos de forma adecuada siempre y cuando su costo salarial nos parezca razonable —si es muy económico, tanto mejor—. El argumento de sus fundadores para funcionar en estas condiciones siempre es el mismo: se trata de una empresa pequeña con sus limitaciones. Ya crecerá y el panorama, mejorará. Premisa optimista pero nada realista.
Es bastante común entre los nuevos emprendedores pensar que una nueva empresa de manera natural nace muy pequeña y con el transcurrir del tiempo irá creciendo hasta convertirse en una gran empresa. El razonamiento es aceptable y quizás se aplica a un limitadísimo porcentaje de los emprendimientos. Aceptable más no perdurable.
Cualquier nueva empresa que vaya avanzando y mejorando, difícilmente se mantendrá de un mismo tamaño. Su operación la obligará a crecer, no de forma intempestiva y desbordada pero sí constante, poco a poco. Crecerá en su número de empleados, en la cantidad de clientes atendidos, en el equipo de reparto… de no hacerlo, irremediablemente comenzará un proceso de estancamiento y el fantasma de la desaparición la rondará frecuentemente.
¿Es difícil que un negocio crezca? En absoluto, todos los negocios lo hacen en mayor o menor medida. El problema no es la cantidad de crecimiento sino la calidad del mismo. Supongamos que hoy abriera un pequeño restaurante, cuenta con un cocinero, un mesero y el responsable de la caja —el dueño—. En tanto las comandas se generen dentro de cierto límite, el cocinero podrá cocinar, lavar los platos y barrer su espacio.
El mesero atenderá a todos los comensales, mantendrá limpias las mesas y sonreirá con singular alegría. Y se podrá cobrar de forma más o menos rápida ya sea en efectivo o con plástico. Si todas estas actividades se realizan con diligencia y disciplina será cuestión de tiempo para que todos los involucrados —cocinero, mesero y cajero— perfeccionen sus tareas y el restaurante genere y reparta los beneficios obtenidos.
Así, cuando llegue el momento de contratar una o dos personas más para hacer frente al obvio aumento de clientes, su incorporación no traerá complicaciones y el crecimiento será paulatino pero consistente, salvo que su dueño decida que tiene prisa y que se debe crecer a toda costa por lo que no hay tiempo para hacer las cosas bien. Así que comienza una alocada carrera por atender a más clientes, obtener más ingresos y gastar lo menos posible por lo que nada de nuevas contrataciones y mucho menos, nada de repartir los beneficios entre todos.
¿El resultado? Un restaurante muy parecido a todos los demás, un servicio bastante deficiente y personal insatisfecho. La culpa seguramente la tendrá el tamaño del negocio (es pequeño) y no las malas decisiones de su fundador ¿verdad? Un crecimiento sostenible para cualquier empresa implica aceptar que se alcanzará en el mediano plazo —jamás en unos meses— y que las utilidades tendrán que ser moderadas y compartidas.
Quizás por lo antes descrito, son contadas las empresas dispuestas a reinvertir las utilidades en lugar de retirarlas. Se busca un beneficio grande e inmediato. Nos quedamos con la tecnología adecuada y limitada cuando podríamos esforzarnos por conseguir alta tecnología que además nos haría muy rentables y competitivos. Lástima, es el precio de ser pequeño.
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