¿Has notado que en época navideña parece que todo el mundo está “vuelto loco”? Y esta locura se traduce principalmente en una especie de frenética actividad sobre todo en las últimas de semanas del año, como si el mundo se fuese a acabar. Eso sí, no es una cuestión “moderna” u ocasionada por nuestra evolución tecnológica.
Ya nuestros ancestros habían designado al final de cada año, 5 días desafortunados, nefastos, perdidos o de mala suerte (uayeb) en los que, para evitar ser maldecidos debían realizarse ciertos rituales como evitar salir de casa, no bañarse, hacer ayuno o evitar los encuentros íntimos aunque no en fechas decembrinas sino en la penúltima semana de julio conforme al calendario maya.
Al parecer los cinco días “nefastos” que heredamos se transmutaron en todo un mes y la maldición ahora consiste en esforzarnos por cometer el mayor número de errores posible. O peor aún, más que errores se trata de realizar acciones que rayen en lo absurdo desde el punto de vista empresarial.
Durante las navidades es bastante común que las personas gastemos más de lo que podemos pagar, prometamos más de lo que llegaremos a cumplir o hagamos más cosas de las que somos capaces de realizar. El ejemplo más evidente se puede observar en las largas filas que hacemos para pagar las mercancías que llevaremos a casa.
Por decir lo menos, resulta extraña la actitud de las personas que hacen fila pero más extraño aún las causas que originan esa aglomeración de gente. ¿En verdad la cantidad de artículos que compramos es tan grande que ocasiona un colapso al momento de pagar frente al amable y sonriente cajero? Muy probablemente no.
Veámoslo así. ¿Cuánto tiempo requiere el operador de una caja registradora para procesar el pago de un artículo? Solo se necesitan un par de segundos para que el lector infrarrojo de códigos de barras exhiba el monto a cobrar. Pagar la cantidad indicada requiere mucho más tiempo, tal vez muy cerca de un minuto para establecer conexión con algún banco. El cobro en efectivo es mucho más ágil.
En términos sencillos deberían de poderse procesar y cobrar unos 10 artículos en alrededor de dos minutos en el peor de los casos. El resto del proceso es meramente una cuestión aritmética que implica multiplicar el tiempo promedio de atención por el número de clientes atendidos más su nivel de paciencia. ¿Sencillo, verdad?
Pues no, no es sencillo porque en el proceso de cobro intervienen otros factores. Ya se mencionó la conexión con el banco pero pueden surgir inconvenientes con el lector de códigos de barras, con el código mismo (mal capturado en el sistema o de plano no estar capturado) o con el etiquetado pero el causante de todo este embrollo es finalmente una persona (o varias, lo que es aún más preocupante).
¿Quién opera el escáner? ¿Quién verifica que efectivamente lo que aparece en la pantalla de cobro es la misma cosa que tiene en sus manos? ¿Quién tiene la agilidad (o carece de ella) al momento de escanear un artículo? ¿Quién puede resolver un inconveniente que se presente (o complicarlo más) al momento de cobrar? Exacto, hablamos de una persona.
Y esta persona pide autorizaciones, reporta fallas, compara precios y hace que el dinero cobrado coincida con lo que nos reporta el sistema, recaba y entrega dinero, atiende la máquina que cobra… multitareas en su máxima expresión. Y multiproblemas también.
Seguimos estando muy lejos de contar con robots supervisando a otros robots aunque ya se fabrican cobots (robots diseñados para colaborar con personas). De hecho ya estamos recorriendo el camino de la automatización inteligente, lo que permite que los procesos se ejecuten optimizando el nivel de la intervención humana trasladando la carga de los procesos de las personas a la tecnología para que éstas puedan centrarse en tareas más importantes.
Ya no se busca prescindir de la participación humana sino de complementarla, lo que sube el nivel del listón un poco más precisamente para las personas. La idea de seres humanos siendo atendidos en todos sus deseos por serviciales androides, se debe transformar para dar paso a personas altamente productivas que saben aprovechar las capacidades de una máquina para multiplicar las propias.
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