Existe una antigua película considerada de culto titulada “Cuando el destino nos alcance” de la que hoy solo nos referiremos al nombre, pero si tienes la oportunidad de verla y eres cinéfilo empedernido(a) seguramente la disfrutarás, sobre todo en lo que gira alrededor del misterioso Soylent verde.
Regresemos al título de la película. Cuando hablamos del destino lo enfocamos en el futuro y éste lo vislumbramos además muy, muy lejano como diría Shrek J. Eso lo convierte (al destino, claro) en un concepto intangible, casi abstracto y por lo tanto creemos que no es necesario prestarle demasiada atención. Y si lo llevamos al ámbito empresarial (seguimos hablando del destino) es ahí en donde pueden comenzar nuestros problemas.
Antes de que llegara la fiebre navideña, aquí mismo te propusimos planear para el 2020. Y adivina… ¡ya estamos de lleno en el 2020! En ese post te pedimos entonces que definieras los objetivos que querías alcanzar durante el año y que trabajaras en un plan que detallara la ruta a seguir. Pues bien, como dirían los clásicos pasemos de las palabras a los hechos, a la acción.
Destinare viene del latín y se puede traducir como apuntar hacia un blanco, un objetivo. Después derivó en hado, una fuerza incambiable que determina lo que sucederá en el futuro. Muchas personas creen firmemente en esta segunda definición, en que su futuro está «predestinado» y por lo tanto “cuando te toca, ni aunque te quites”.
Más allá de creencias filosóficas (realistas o no) te proponemos que mejor utilices el destino como sinónimo de objetivo y por lo tanto, ciento por ciento susceptible de modificarse conforme a las circunstancias que se presenten. ¿Te propusiste en Año Nuevo hacer ejercicio y aún no has comenzado? Tal vez no elaboraste un plan suficientemente específico con fechas, horarios, tiempo disponible, etc.
¿Tu plan para este año era vender el doble que el año pasado y todo indica que no lo lograrás? Probablemente planteaste un objetivo demasiado ambicioso o muy optimista. La buena noticia es que a estas alturas del año ya cuentas con información suficiente acerca del comportamiento de tus ventas durante las primeras semanas y con ella puedes hacer una estimación realista sobre lo que podrías venderle a tus clientes durante los próximos meses.
Pero no olvides que un objetivo es una expectativa que aumenta sus posibilidades de cumplirse en proporción directa a la realización de las actividades planeadas (si te apegas a un estricto cronograma mucho mejor J), por lo tanto no es un decreto. No basta con cruzar los dedos y desear fervientemente que los clientes lleguen a tu negocio entusiasmados por comprar tus productos.
Un Plan de Ventas no consiste simplemente en “decidir” que éstas se incrementarán en un 20 por ciento, así, sin más. Lo razonable será asumir que habría que incrementar también las llamadas y visitas a prospectos en un 20 por ciento, y aumentar también en el mismo porcentaje nuestra capacidad de producción. Y sobre todo, acordar con los vendedores que tendrán que aumentar sus esfuerzos aunque en un porcentaje mucho mayor.
¿Parece difícil? Tal vez, más no imposible. Una planeación bien estructurada tiene mayores probabilidades de alcanzar sus objetivos si quien planea se aplica en cumplirlos. Planeación es sinónimo de acción, de movimiento, así que ha llegado el momento de ponerte activo(a) ¿verdad?
En Spechi somos especialistas en ayudar a nuestros clientes con el manejo de su información. Permítenos decirte cómo van tus ventas, tus gastos, tus inversiones… para que puedas valorar cómo estás cumpliendo tus objetivos de este año y también cómo puedes mejorarlos.